Golpe a los bolsillos más vulnerables |
Las grandes empresas de alimentos remarcan precios siguiendo los aumentos del dólar, las tarifas y los combustibles | |
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Cuando el titular del INDEC Marco Lavagna anunció, el año pasado, que se iba a actualizar la ponderación de los diferentes rubros que componen la medición de la inflación mensual, fue la última vez que lo dejaron dar una entrevista televisiva. No solo lo llamaron a silencio: en el Gobierno negaron esa posibilidad y no volvieron a hablar del tema. Nadie con un ingreso medio, que tiene que pagar alimentos, artículos de higiene, impuestos, transporte y cuotas varias puede convalidar el IPC General, que presenta a mediados de cada mes el instituto oficial. Ni qué hablar de los que pagan un alquiler, un costo que no se incluye en el relevamiento, y más si son jubilados, pensionados o se encuentran en el nivel de indigencia.
De hecho, la propia madre del funcionario salió al aire en ese programa de TV para desmentir la estadística sobre la que argumentaba su hijo. No es que el INDEC mienta, es que presenta los datos como lo hacía para la economía de 2004, hace más de dos décadas atrás. Y el Gobierno sigue diciendo que tienen a la inflación domada, mientras que las personas, en tanto consumidores, si pueden pagan los saltos de precios que ven en los comercios mes tras mes. O se ajustan, compran menos y se alimentan como pueden.
La semana pasada, en su último reporte sobre la Argentina, hasta el FMI expresó que “se debe publicar un IPC actualizado lo antes posible, para reflejar con mayor precisión los cambios estructurales en los patrones de costos y mejorar la calidad de los datos”. En abril la estimación anual de inflación del fondo monetario oscilaba entre un 18 a 23%, pero ahora el organismo internacional proyecta que el IPC ronde entre un 20 a 25% para todo el 2025.
Lo que viene hacia adelante no es mejor, porque en un año electoral los precios siempre tienden a subir a medida que se acercan los comicios, pero además el factor dólar, con el salto en la última semana de julio, ya está mostrando un reacomodamiento hacia arriba de los precios, típico de una economía virtualmente bimonetaria como la argentina. Apenas el tipo de cambio oficial llegó a los $1.375 por unidad, todas las empresas y comercios, grandes y chicos, volvieron a hacer números.
Al mismo tiempo, el ministro de Economía Luis Caputo, tras no haber cumplido las metas establecidas por el FMI, se puso en línea con su pedido de dejar correr al dólar y subir la tasa de interés. Con el oficial cerca de la banda superior, si continúa la creciente demanda el BCRA deberá intervenir en el mercado con los US$2.000 millones prometidos por el organismo, porque las tasas astronómicas ya no convencen.
Alimentos en alza Mientras tanto, las grandes empresas de alimentos –y también otras empresas de productos de consumo masivo–, aún con la contracción de ventas en lo que va del año, arrancaron agosto con listas de precios con subas entre el 3 y el 9% en la mayoría de sus artículos al público. Algo similar a lo que hicieron tras la apertura del cepo en abril, cuando varias empresas, como Molinos Río de la Plata y Unilever, enviaron listas con aumentos de entre el 7% y 12%, y despertaron alarmas en el Gobierno.
Hay proveedores de las grandes superficies, pero también de los supermercados de cercanía y de los autoservicios, que dependen de insumos que están atados al tipo de cambio (plásticos, papel, tintas, pegamentos, colorantes), y el salto en la cotización desde $1.290 a $1.380 en una semana no fue inocuo para sus costos.
Las grandes aceiteras, como AGD y Molinos Cañuelas, enviaron nuevos valores, con una actualización del 5% al 7%, que impacta a todos los canales de comercialización. Las empresas que producen farináceos y derivados, también están remarcando porque el precio del trigo, principal insumo de la harina, trepó 17% durante julio.
Desde la Coordinadora de las Industrias de Productos Alimenticios, que agrupa a la mayoría de los grandes fabricantes de alimentos y bebidas, informan: “Los movimientos en el tipo de cambio requieren monitorear y evaluar escenarios de impacto y posibilidades. La transmisión a precios no es automática, no es proporcional ni lineal”.
Sin embargo, aunque no ven aumentos generalizados, evalúan que cada compañía, en lo particular, analiza su estructura de costos y define ajustes según su realidad productiva y comercial, considerando su portfolio de productos. Y así lo están haciendo.
Arcor incrementó entre el 3% y 5% sus precios y Mondelez entre el 7% y 9%, según el producto. Por su lado, la multinacional Unilever aumentó en promedio un 8% y Colgate y SC Johnson el 7%. Los productos de la marca Serenísima, de la empresa Mastellone, aplicaron un aumento del 4%, y Danone, que produce alimentos, lácteos y bebidas subió en promedio el 3,5%.
Para la Cámara Argentina de Distribuidores y Autoservicios Mayoristas, el impacto del salto del dólar en los precios de productos como galletitas, fideos y harinas todavía es bajo, entre el 2% y 4%. Pero en los comercios de barrio, como almacenes, carnicerías, granjas, verdulerías, fruterías, panaderías, se están viendo aumentos aún más altos a los que reciben de sus proveedores o mayoristas.
Estos están muy atentos a la evolución del tipo de cambio, pero también a otros dos factores muy relevantes para su negocio: el precio de los combustibles (en agosto ya aumentaron el 1% todas las compañías) y las tarifas de los servicios públicos (en gas hasta el 2,8% y electricidad un 2% este mes). Si bien hay productos en los que tiene mayor incidencia el costo de la energía eléctrica y el gas en su elaboración, o el flete (como los lácteos), estas tres variables son una parte importante en la formación del precio final.
Habrá que esperar unos días, hasta el 13 de agosto, para saber que marcó el IPC del INDEC para julio, en el que según los relevamientos privados en alimentos y bebidas hubo subas marginales, pero como ese indicador es retrógrado, no reflejará lo que pasó en la primera quincena de agosto, un mes en el que los formadores de precios volvieron con incrementos generalizados.
Y en los casos en el que hay uno o dos grandes abastecedores de un producto, la impunidad en la remarcación para mantener un margen de ganancia es notable. Analistas locales y hasta el FMI proyectan que en los próximos meses la inflación será superior al 2%, mientras que algunos economistas cercanos al Gobierno, como Orlando Ferreres, proyectan que este mes podría alcanzar el 3%.
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