Trump sonríe, Netanyahu sonríe. Los monstruos aprietan el botón. ¿De qué material está hecha el alma de quienes provocan los más denigrantes exterminios de la humanidad? ¿Qué arbitrio filosófico acredita que decenas de niños mueran de inanición? ¿Qué almohada soporta la exculpación de semejante odio, atrocidad, truculencia, exterminio?
«Es desgarrador. Tener un bebé debería ser un momento de alegría y esperanza, pero para tantas familias en Gaza se ve teñido por el miedo. A pesar de todos los obstáculos, el equipo está trabajando unido, pero con recursos cada vez más escasos», declara desde la Franja, la doctora Joanne Perry, de Médicos Sin Fronteras. En estas mismas páginas, hace dos semanas, antes de cortar la comunicación por los disparos que lo cercaban, Aitor Zabalgogeazkoa afirmaba que es la «peor situación» que ha visto, aún peor que en Alepo (Siria), en Mosul (Itak) o en Grozny (Rusia) y que «la ayuda humanitaria es una masacre disfrazada, o sea, que la gente va a buscar comida como si fuera a la guerra». Desde el hospital Al-Helou, Perry cita, por caso, que quedan 36 incubadoras en el norte de Gaza, de las 126 que había. Y que «dos bebés compartiendo una incubadora es completamente inaceptable y escandaloso. Pero esta semana vimos cinco bebés en una incubadora». Reemplazan las técnicas de anidamiento con simples mantas enrolladas y se alarma en su tercer paso por Gaza en un año por las anemias extremas que no había constatado antes.
Esta semana, las principales agencias internacionales arrojaron al mundo (ver»Ni muerto…») imágenes de alto contenido periodístico, de una crudeza que eriza la conciencia. Por hambruna, sólo el lunes se registraron niños 18 muertos. En los días subsiguientes, fueron 15, 10, 2, 9 y 12 por jornada. Más de 60 chicos muertos en una semana por inanición. Casi la misma cantidad registrada desde comienzos de la guerra. La situación es extrema pero la calamidad no se detiene.
Lo denunció Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) quien brindó revelaciones desgarradoras de «padres que nos cuentan cómo sus hijos lloran hasta quedarse dormidos por la debilidad y el agotamiento debido a la imposibilidad de comer».
Philippe Lazzarini, de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA) no se guardó nada: «Las personas en Gaza no están ni vivas ni muertas, son cadáveres andantes. Se trata de una hambruna prefabricada y deliberada». Mostró un informe que certifica que la malnutrición aguda se propaga al menos entre 15 mil de los 54 mil menores de cinco años que subsisten en Deir al Balah o Jan Yunis, en el centro y el sur de la Franja, la región más afectada por los bombardeos. El porcentaje del 4% registrado en febrero creció al 16% actual. El drama es exponencial.
Catherine Russell directora ejecutiva de Unicef, afirma una obviedad que debe resaltarse: «Los niños no son combatientes». Pero unos 17 mil de los más de 61 mil gazatíes que murieron desde el 7 de octubre del 2023 cuando Hamás descargó su furia en territorio israelí, son niños.
Hoy la realidad empuja a una posterior consideración la tremenda hipótesis de que el gobierno de Benjamín Netanyahu (un hábil gambeteador de juicios políticos que, según algunos analistas, prefabrica como ardid para perpetuarse) fingió desconocimiento ante el potencial ataque adversario de hace ya 21 meses, para obtener justificativo en su criminal objetivo de arrasar totalmente con Gaza. La urgencia extrema de detener la tragedia no debería hacer olvidar que buena parte del gobierno de ultraderecha, en realidad una teocracia de gentes enajenadas, va por el proyecto de la «Gran Israel». Uno de los más influyentes asesores del primer ministro, Amihai Ben-Eliyahu, a cargo de la cartera de Patrimonio, en medio de la masacre, acaba de declarar: «Toda Gaza será judía… El gobierno está presionando para que Gaza sea destruida. Gracias a Dios, estamos erradicando este mal». Y a los pocos segundos no tuvo empacho en escupir: «Ninguna nación alimenta a sus enemigos».
¿Hace falta alguna otra confesión de que lo único que se juega en este escenario es lograr tierra arrasada?
Da escozor de qué modo vulneran cualquier tipo de racionalidad ante la atroz evidencia. La propia OMS efine la hambruna de Gaza como fabricada «por el hombre». Uno de sus médicos, el doctor Ramzi Hakjaj, aseguró: «Hemos enfrentado el hambre antes, pero nunca como esta vez». Ghebreyesus reflexiona: «No sé por qué estamos hilando tan fino». Y se asocia al patriarca de Jerusalén, el cardenal Pierbattista Pizzaballa, que lógicamente calificó la masacre como «injustificada e inaceptable».
Igual que el padre Gabriel Romanelli, argentino de Villa Crespo, quien hace diez días fuera herido en una pierna cuando un bombardeo israelí destruyó parte de la iglesia de la Sagrada Familia y mató a tres refugiados. El cura, también herido en su alma, en las últimas horas realizó recurrentes y desoladores llamamientos por el fin de la tortura que están sobrellevando. Cientos de ONGs y organizaciones humanitarias internacionales hicieron demandas similares, agregando que también se está poniendo en peligro las vidas de médicos y trabajadores humanitarios. En muchas ciudades del planeta se gestaron colectas de distinta índole: el tema es si, al fin, llegará la ayuda humanitaria. Y si no será demasiado tarde.
Luego, otras escaseces como la falta de suministros médicos o de combustible, lo que provoca cortes de electricidad, parecen una nimiedad. Salvo que también ocurre en los hospitales, en sus salas de terapia intensiva, en las neonatológicas. Por caso, varias veces durante el último fin de semana, cuando, como informa MSF, se cortó el suministro de oxígeno y murió un bebé que podría haber sobrevivido.
Pleno siglo XXI. El mundo no reacciona en medio de una nueva crisis civilizatoria. Imágenes feroces, inhumanas, insoportables, de hambrunas, sufrimientos y muertes que de tan reiterados sirven para aseverar la escasa evolución del ser humano con el paso del tiempo. « |