Eva Mieri: "Sentí que yo era como un trofeo de guerra"
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Tras pasar 13 días en un penal de máxima seguridad, relata la pesadilla que vivió
Eva Mieri: "Sentí que yo era como un trofeo de guerra"
 
Ver imagen La concejala cuenta que le secuestraron un piluso de La Cámpora, la hicieron desnudar varias veces delante de hombres, la trasladaron encadenada. "Nada de esto va a lograr doblegarnos", asegura.

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Fecha:18/07/2025 8:15:00 
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"Estoy convencida de que fueron por nosotras a buscar lo que no pudieron con Cristina: la imagen de la humillación. Querían completar lo que no pudieron lograr con ella. Pero no pudieron, ni podrán". Eva Mieri habla con Página/12 tras pasar 13 días detenida en el penal de máxima seguridad de Ezeiza los primeros dos, totalmente incomunicada.

"Todo fue un show grotesco, un armado político, judicial y mediático. Todo el tiempo sentí que yo era como un trofeo de guerra. Necesitaban la foto y el video bien nítidos y me hicieron posar y caminar en la comisaría una y otra vez, como si eso fuese un set. Pretendían subirme encapuchada al patrullero. Yo les dije, de ninguna manera, yo no soy una terrorista ni una delincuente, soy una militante política y voy a salir con la cara descubierta y con la frente bien en alto. En Talcahuano me maltrataron y buscaron humillarme de todas las formas que pudieron", repasa Mieri.

Aún no tiene totalmente claro de qué se la acusa ni con qué fundamentos, ya que su causa, como la de Alexia Abaigar y el resto de los detenidos (Aldana Sabrina Muzzio, Candelaria Montes, Iván Díaz Bianchi) permanece con secreto de sumario, una medida reservada a casos gravísimos que impide que los abogados tengan acceso al expediente.

Parte lo sabe o lo reconstruye por las supuestas pruebas que el juzgado a cargo de Sandra Arroyo Salgado filtró y que se vieron por televisión: una acusación de participar en un escrache, de la que la jueza infiere o imagina delitos equiparables a una acción terrorista. "Hoy estoy empezando a masticar todo esto que fue muy doloroso, y es sumamente grave. Tengo claro que fue por ser militante política, por ser peronista, por ser mujer, por ser feminista, y básicamente por ser leal a Cristina. El nuestro fue otro claro ejemplo de persecución política y amedrentamiento. Quisieron mostrar que pueden hacer con nosotros lo que quieran. Y enviar un mensaje a la sociedad: el no te metás de esta generación", analiza.

Violencia de género
Mieri habla con Página/12 desde su despacho del Concejo Deliberante de Quilmes, donde preside el bloque de Unión por la Patria, y adonde volvió a trabajar el miércoles. Luego de la entrevista la esperan las Madres de Plaza de Mayo, que la llamaron para participar de su marcha de los jueves, una invitación que la emociona. Asegura que el efecto que causó su detención y la de Abaigar fue el opuesto al buscado: "Despertó un ánimo en la militancia, lejos de atemorizarse, o de generar un individualismo de, bueno, como a mí no me tocó, no me importa lo que le está pasando a otra compañera, lejos de eso hubo un renacer, una fortaleza para salir a pedir por nuestra libertad, una solidaridad impresionante".


Foto: Luis Iramain.



Mieri se quiebra cuando liga lo que vivió a su propia historia de vida, con escenas que ubica como parte del catálogo de la violencia de género: la obligaron a desvestirse una y otra vez para supuestos controles médicos exhaustivos, delante de personal masculino se burlaron de ella y le negaron un baño cuando lo pidió por estar menstruando la hicieron llevar su bolso con ropa tras esposarla con las manos atrás del cuerpo, de modo que tuvo que arrastrarlo una cuadra la encadenaron en el celular que la trasladó a Ezeiza a toda velocidad.

"Yo viví violencia de género cuando era muy piba y pensé que nunca más iba a pasar por algo como esto. Vengo de una barriada popular, mi vieja laburaba con cama adentro, mi papá todavía no se había podido jubilar y yo tuve que volver a mi casa con 19 años, sin un mango y con dos pibes bajo el brazo. Era 2004, la pasamos fea", cuenta. "Algunos años después, cuando vi que la Asignación Universal por Hijo era un derecho fundamental, sobre todo para las madres que maternábamos en soledad, me di cuenta que la política era y es una herramienta de transformación social. Y me volqué de lleno a la militancia, sobre todo a la militancia feminista, porque mi objetivo en la vida es que ninguna otra mujer pase lo que yo viví. En ese camino fui conociendo una red hermosa y poderosa que durante todos estos días no tuvo más que actos de amor, de ternura y de convocatoria para exigir nuestra libertad, tanto la de Alexia como la mía. Así que si algo que me queda de todo esto tan horrendo, es que la organización sirve y salva", reflexiona.

El secuestro del piluso de La Cámpora
Antes de allanar el domicilio de Mieri fueron a buscarla, también de madrugada, a la casa de su madre, de 70 años, y a la de su hermano, quien tiene hijas pequeñas "que se asutaron mucho". "Yo estaba con mi marido y con mi hijo de 21 años. Llegaron y empezaron a pedir y buscar determinada ropa que no había en mi casa. Iban viendo todo y entre las cosas que me incautaron, se llevaron un piluso de La Cámpora y una gorra de visera que decía Feminismo Popular", repasa.

-¿Ahí te dijeron que te llavaban detenida?

-Sí. Me dicen: te tengo que sacar esposada. ¿Querés ponerte una capucha? Porque seguramente afuera ya hay gente, para que no te vean tus vecinos. A lo que contesté: de ninguna manera. Yo no soy una terrorista ni una delincuente, yo soy una militante política. Voy a salir con la cara descubierta y con la frente bien en alto, porque esto que están haciendo es una barbaridad, es de una gravedad institucional nunca vista. Así que de esa manera salí.

Me llevaron de mi domicilio a la comisaría de San Isidro, me bajaron y me hicieron posar, varias veces. Yo era un trofeo de guerra que estaban llevando a ese lugar. Entonces primero me hicieron posar para sacarme una foto, después me dijeron ahora caminá para hacerme un video, después me volvieron a retroceder y me volvieron a hacer caminar para volver a grabar el ingreso a la comisaría... Por eso digo que la palabra que cabe es show. Buscaban tomas cinematográficas, como si fuese un set. Era todo un delirio. Ahí me tuvieron 36 horas en un cuartito, totalmente incomunicada.

-¿Y te decían por qué te tenían ahí?

-No, no, nada de nada, porque además hasta el día de hoy hay secreto de sumario, así que ni mis abogados pueden ver la causa, otra de las locuras. Recién después de la declaración ante Arroyo Salgado (que hice uso de mi derecho y me negué a declarar) me levantaron la incomunicación. El trato en San Isidro, más allá de todo esto, fue humano, por así decirlo después me trasladaron a Talcahuano (el ingreso formal al SPF) y ahí fue peor.

-¿Por qué?

-Me hicieron varios controles médicos, que consisten en hacerte pasar por cubículos para que te desnudes: sacate toda la ropa, date vuelta, mostrame acá, mostrame allá... no había solo personal femenino, también masculino, que entiendo esto no debería ser así. Todo con maltrato: guardá todo, rápido, sacate, meté la ropa, poné…

En un momento pedí para ir al baño porque estaba menstruando y se rieron burlonamente, me llevaron a algo que no se parecía mucho a un baño, era una letrina, sin puerta, asqueroso, o sea, un nivel de humillación muy alto. Y después al momento del traslado efectivo, de salir de Talcahuano hacia Ezeiza, yo había juntado todas mis cosas en el bolso, porque ya me las habían desparramado para verificar lo que tenía. No eran más que frazadas, mantas, ropa de abrigo que me habían acercado mis familiares y mis compañeros, porque hacía mucho frío ese día. Y al momento de que me ponen las esposas hacia atrás, una de las policías me dice bueno, agarra tu bolso y llévatelo. La miro tragando saliva, porque insisto, una no está acostumbrada a tanto maltrato, y le dije: no puedo. No había forma de que yo pudiera alzar un bolso con las esposas puestas hacia atrás. Se rieron y me dijeron sí, dale, agárralo, tomá el lazo. Y me ponen la correa del bolso entre las dos manos, atrás. Así me lo hicieron arrastrar hasta el camión que me iba a trasladar, un trayecto como de una cuadra, arrastrando mis cosas y apurándome el paso: dale, dale, dale. Me genera mucho dolor repasar todo esto. El traslado también fue feo...

-¿Cómo fue?

-Al subirme al camión me pasaron las esposas para adelante y me encadenaron al asiento. Y era una película de terror, iban a toda velocidad, a una hora de la madrugada (yo no tenía celular ni reloj así que recién supe la hora en Ezeiza), y yo recuerdo intentar sostenerme para no caerme del asiento, porque estaba encadenada y esposada, entonces era muy dificultoso poder agarrarme de algo para no caerme.

A Ezeiza casi que entro con lo opuesto, porque obviamente ni yo ni mi familia estuvimos nunca en una situación como esta, entonces no sabíamos algunos códigos esenciales de un penal de máxima seguridad. Por ejemplo los colores de la ropa: no podés tener nada que sea parecido a la ropa del uniforme de ellos, entonces nada blanco, negro, gris, verde o azul. Así que me dejaron entrar con el pantalón que tenía puesto, el buzo me lo sacaron porque tenía capucha, la campera me la sacaron porque era inflable, de todas las frazadas y mantas que me habían mandado, me dejaron entrar con una sola.

Y yo con la desesperación de no haberme podido comunicar con mi familia. Después me entero de que ellos y mis compañeros habían montado guardia en Talcahuano, pero a mí me sacaron por otra puerta. Mi marido y mi hijo habían preguntado por mí varias veces y no les habían dado respuesta. Recién a la mañana siguiente, cuando llega una compañera que es diputada, le dicen: no, creo que la trasladaron a Ezeiza, y salieron volando para allá. Dentro de todo lo horrible, tuve la "suerte" de que era domingo, día de visitas. Recién ahí los pude ver.

-¿Cómo te sentís hoy?

–Fue muy doloroso todo, recién lo estoy procesando. Me siento muy acompañada, he recibido una catarata de amor inconmensurable, desde organismos de derechos humanos, feministas, colectivas, vecinos, que es lo que más me emociona. Y creo que lograron el efecto contrario al que buscaban, el de doblegarnos. Este armado de persecución política, judicial y mediática es algo que nosotras, y hablo en plural femenino, porque la traigo colación a nuestra intendenta, Mayra Mendoza, venimos sufriendo desde el primer día de nuestra gestión. A ella la agreden y amenazan sistemáticamente, no sólo en los medios, sino peligrosamente en las redes, con mensajes violentos, misóginos, hasta han llegado a dejarle una bala en la cochera del edificio donde vive con su hija. Como a Cristina, a Máximo, a Florencia. ¿Y dónde está la justicia?

A mí me tocó estar en San José el día que le pusieron la tobillera a Cristina, y nosotras, desde un acto de ternura y amor que caracteriza al movimiento feminista, nos congregamos de manera rápida y espontánea, y nos pusimos flores en los tobillos, para que eso sea un símbolo de dignidad. Mostramos que no pudieron con ella, no lograron lo que querían, humillarla, exponerla, que sea la cara visible de lo que no hay que hacer. No pudieron decir: Si vos no querés terminar presa, no querés terminar humillada, no querés terminar como ella, bueno, entonces, sálvese quien pueda, individualismo, no a la organización, ni de la comunidad, ni política, ni social, nada. Vos solito en tu casa mirando la televisión. No es casualidad que sea contra nosotras, contra los cuerpos de las mujeres, que hace siglos venimos padeciendo todo tipo de violencias.

Pero si esto vale la pena, si quisieron desquitarse con nosotras por lo que no le pudieron hacer a Cristina, bueno, con mucha dignidad y como lo hice desde el día que me sacaron esposada de la puerta de mi casa, con la frente bien en alto. No van a poder amedrentarnos o hacernos dudar siquiera de lo que sentimos y de lo que defendemos.
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