"Los adultos ya no pueden contener"
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"Los adultos ya no pueden contener"
 
Ver imagen La especialista advierte que en esta época "nos quedamos sin adultos para hacerse cargo de la crianza". Los riesgos que viven los adolescentes. El "adulticidio" como complemento del "filicidio".

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Fecha:30/06/2025 8:42:00 
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El neologismo "adulticidio" encuentra su justificativo en tiempos de crisis, y en la época en que vivimos. Adulticidio es, según, el diccionario, "un insecticida para matar insectos adultos". Y la doctora en Psicología y psicoanalista Hilda Catz tuvo la inquietud de leerlo en el diccionario y dijo: "A ver si yo creo un neologismo y resulta que ya está creado. Y me vino perfecto para lo que yo quiero ejemplificar", explica la especialista, miembro titular y directora del Departamento de Psicoanálisis y Sociedad de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Aquello que Catz denomina "adulticidio" es, según la propia analista, la otra cara del filicidio: se refiere a niños, adolescentes y adultos que reproducen la violencia de una sociedad de "hermanos huérfanos", con distintas certezas y fundamentalismos que "enmudecen el sufrimiento psíquico". Catz lo analiza con su mirada aguda en su nuevo --y notable-- libro Adulticidio. Anatomía de una tragedia invisible (Ricardo Vergara Ediciones).


"Nos quedamos sin adultos para hacerse cargo de la crianza y para tener un espacio de tiempo, un espacio para donar tiempo. Hay que donar el tiempo. Donar tiempo, donar sentido, donar material identitario: es decir, hablarles, estar con los hijos y donar amor estructurante. Esa donación escasea", plantea Catz en la entrevista de Página/12. "Y el tema central para mí es que no se lo podemos atribuir a que los padres son malos o así o asá. No. Es una cultura que va hacia la eliminación de la imprescindibilidad estratégica de las funciones parentales al inicio de la vida. Es una sociedad que los presiona, los agota y los devasta a los adultos en una serie de exigencias con mucha urgencia, pero que afectan lo importante que es esa imprescindibilidad estratégica del inicio de la vida, de las funciones parentales. Entonces nos encontramos con adultos que han bajado los brazos y que no pueden contener ni brindar esa donación de tiempo y espacio porque la sociedad tampoco los apoya en eso. O sea que las funciones parentales perdieron la eficacia simbólica social. La idea mía es no agarrársela con los padres, sino con una sociedad que no está dejando espacios, no está apoyando", agrega.

--¿Por qué encuentra al adulticidio como complementario del filicidio?

--Porque en nuestro medio Arnaldo Rascovsky habló del filicidio, que era todo lo que se hacía en contra de los hijos. El tenía una postura muy crítica y ahí sí sostenía una postura de mucho juzgamiento a los padres. Yo trabajé mucho con él y por supuesto aprendí mucho, pero sentí que en este momento el adulticidio complementa el filicidio porque el resultado es el mismo. Podríamos decir: la guerra es la época en que los padres entierran a los hijos y la paz es la época en que los hijos entierran a los padres. Era algo que Rascovsky decía muchísimo. El resultado es el mismo, pero yo me pregunto la responsabilidad emocional, la responsabilidad que tiene la sociedad de cuidar ese espacio porque es como si los adultos fuesen las ballenas que se van a suicidar a un determinado lugar y están desaparecidos de la escena, y esa desaparición de la escena como adultos, donde lo único que sirve es ser adolescente porque es la franja donde más cosas se les puede vender. Adolescente o adulto joven, podemos decir, porque sirve a una sociedad de consumo. Entonces, está dejando agujeros identitarios en los jardines de la infancia, pozos, donde inmediatamente la sociedad los va a llenar con droga, alcohol, ludopatía, fanatismos diversos, ya sea fans de ideologías extremistas, fans de lo que sea. Entonces, venden, venden, venden, enseguida llenan esos agujeros y son un grupo huérfano que es muy fácil de usar para beneficios espurios de quien levanta ese guante de los agujeros que les han quedado de estas faltas de adultos que los hayan confrontado en su debido momento.

--¿Y cómo se refleja esto en el consultorio?

--Me encuentro con padres que dicen "Yo bajé los brazos". Yo digo: "No, no baje los brazos porque bajar los brazos es que su hijo se estrelle contra la sociedad, y que sea una especie de ovejita fácil de ponerla en un rebaño". Y ese rebaño es el rebaño de las adicciones diversas, que cada vez hay más.

--Dice que lo contrario del amor no es el odio sino "la violencia de la indiferencia que se manifiesta en las relaciones familiares". ¿Por qué el mundo adulto dejó de prestarle atención al mundo joven?

--Sí, lo contrario del amor no es el odio porque el odio está implícita en toda relación humana, en todo vínculo. Partimos de que hay una ambivalencia, amor-odio. Por más que quieras a una persona siempre va a haber momentos en que surgen cosas que dan ganas de odiar o te hacen odiar y eso no es no querer a esa persona. El amor y el odio van juntos y hay momentos en que el hijo desde que nace necesita los límites del adulto, desde que va gateando a meter los dedos en el enchufe y hay que decirle "esto no" y "esto sí" hasta que para el adolescente hay un montón de enchufes donde puede meter los dedos y hay que decirles que no. Y saber que nos van a odiar y sentir con felicidad que nos odian es decir, poder hacerles entender que la agresión es parte de la vida. Se convierte en violencia cuando no puede ser expresada. Entonces, hay toda una etapa adolescente que es muy difícil, donde la agresión es permanente, y si el adulto lo siente como lo normal y lo lógico y puede sostener ese odio sin romperse, eso le permite al hijo también entender que ese odio es estructurante. Es estructurante el amor y el odio y no vivir en una nube. Entonces, esa confrontación hoy en día los adolescentes no la encuentran en la casa y la tienen que encontrar porque afuera todo va a ser mucho peor si no están preparados. Van a ser ovejas de cualquier rebaño.

--Falta que señale por qué el mundo adulto dejó de prestarle atención al mundo joven...

--Porque, como decía Cornelius Castoriadis, el famoso filósofo greco-francés, lamentablemente cada sociedad crea el individuo para su conveniencia. Justamente, propiciar que el mundo adulto no preste atención o no contenga el mundo de los jóvenes con toda su violencia, su irascibilidad, crea individuos aptos para la locura consumista. Y cuanto más consumen, más se consumen. Entonces, se quedan bien agujereados. La sociedad tiene oportunidad de venderles cualquier cantidad de porquerías, ya sea de productos, objetos materiales, ideologías, lo que sea, pero son pasto, como se dice, fácil de prender. Es funcional a la sociedad una adolescencia huérfana porque el adolescente va a buscar inmediatamente un líder y, en general, esos líderes los usan para sus intereses bizarros. Entonces, nos encontramos no solamente con adolescentes huérfanos, sino con adultos huérfanos, esperando un padre todopoderoso.

--¿Cuáles son las consecuencias a nivel psíquico que provoca la indiferencia de los adultos en los adolescentes?

--Adicciones. Y hablo de funciones parentales para no victimizar solo la función materna, porque durante muchos años se victimizó solamente la función materna. Para el mundo público y para lo social considero que las dos funciones son fundamentales y la función paterna tiene un rol que es indispensable en la adolescencia. Yo ya sé que esto a las feministas no les va a gustar, pero ese triángulo, esas dos funciones son fundamentales. En las últimas décadas, hemos visto una especie de abrumadora deserción de la función paterna. Y eso es clave, así como es clave la materna, es clave la paterna. No nos vamos a empezar a pelear: son complementarias. Que la puede ejercer quien sea, sí, la puede ejercer quien sea, pero no sucede. No nos encontramos con el Ulises que se fue, y Telémaco, el hijo, lo llamaba para que volviera porque apenas se fue, Itaca era una orgía viva y era un desastre. Y Ulises aparentemente quería volver y no podía. Esto es algo que lo dice mucho el psicoanalista italiano Massimo Recalcati en sus obras. Y nos encontramos ahora, desde mi perspectiva, con un padre que no solamente se fue, sino que no quiere volver. Antes era un padre distraído, le enchufaba todo a la madre, y la madre le decía y por ahí se daba cuenta. Ahora no quiere volver y lo peor es que la madre tampoco.

--¿Cómo observa la juventud actual en estos tiempos de tanta violencia verbal desde el poder, sobre todo en Argentina?

--En la Argentina y en todo el mundo. Hay una violencia desatada que es, por supuesto, tremendamente perniciosa porque aparte el adolescente, aunque no lo diga, está buscando figuras de identificación, independientemente de que puede tener agujeros identitarios y, entonces, se engancha mal. Pero aunque no los tenga, va a buscar figuras de identificación, ideales y realmente les cuesta mucho encontrarlos en este momento. Y la violencia es el recurso cuando no hay una buena integración entre el amor y el odio en todas las relaciones y no hay una buena integración de poder soportar la incertidumbre, la duda, la falta de certezas. Hay discursos de certezas que son realmente muy peligrosos porque, como decía Voltaire, la incertidumbre es incómoda, es verdad, pero la certeza es directamente ridícula.

--¿Un escenario violento como el actual es causa de infancias y adolescencias vulnerables?

--Sí, por supuesto. Es causa porque el escenario aparece como una no protección de las funciones parentales al inicio de la vida. Y si no hay una protección en todo sentido de esas funciones y de espacios, como dije antes, para la donación de tiempo, la donación de sentido, la donación de material identitario, la donación de amor estructurante, por supuesto que es gravísimo. Y son gravísimas las consecuencias, que es lo que nos encontramos a diario. Pero aparte, esta marginación, como yo sostengo en el libro, atraviesa todas las clases sociales de distinta manera porque nosotros nos encontramos que, debido a esta situación de una sociedad de consumo que nos consume, nos encontramos con que hay una exigencia de niños y adolescentes suficientemente buenos, que no molesten. Entonces, cada vez aparecen más diagnósticos, cada vez los diagnósticos son más retorcidos, cada vez se recurre más a la medicación y cada vez hay menos espacio para la palabra y para el vínculo emocional.

--¿Esto tiene que ver con lo que en el libro denomina como "orfandad psíquica"?

--Sí, sí. Hay una orfandad psíquica, en los adultos también porque son varias generaciones que vienen vapuleadas, pero hay una orfandad psíquica. En realidad, lo que usted dice es justo a lo que apunta el libro.

--¿Un niño que ha sido dejado caer en el vacío puede como adulto traspasar esa destrucción a un otro?

--No puede, lo hace. Directamente lo hace. Lo hace, lo va a hacer y lo va a repetir hasta el infinito.

--Recién hablaba del tema de la identificación en los adolescentes. ¿Cómo suelen reaccionar los adolescentes que encuentran identificación en el grupo de pares pero no en el mundo adulto?

--En el grupo de pares es normal que el adolescente busque identificación. Busca un grupo de pertenencia, busca un grupo de referencia. Es el proceso normal para separarse de los vínculos familiares. Es un proceso de crecimiento y de desarrollo normal. El tema es que si el odio no puede ser tramitado y sólo se expresa a través de la violencia, va a buscar grupos violentos que potencian todos los vacíos internos, los agujeros internos. Y, en ese sentido, es muy peligrosa esta actitud de mirar para otro lado. Y también es muy peligroso porque el suicidio aumentó exponencialmente en la juventud y cada vez a edades más tempranas. Estamos registrando ideación suicida o suicidios directamente a edades muy tempranas, que antes no sucedía. Es abrumador cómo creció exponencialmente el suicidio.

--¿Estas nuevas realidades obligan a cambios en los abordajes terapéuticos?

--Sí, por supuesto. Obligan a cambios en los abordajes terapéuticos porque siempre las consultas son por urgencias. Ya sea por sobredosis, por violencia verbal o física. Actúa y nos demanda y nos exige un posicionamiento diferente. O sea, cambiar para poder seguir permaneciendo en la profesión. Ya no se puede posicionarse de la misma forma que antes. Hay urgencias. Requieren una participación mucho más activa del terapeuta. Se requiere, desde mi perspectiva (porque tengo mucha experiencia en hospital) trabajar con el grupo familiar si lo hay, trabajar con las figuras parentales, si las hay. Alguna debe haber, y si no, crearlas o buscarlas. Requiere urgencias porque si no nos encontramos con tratamientos que llevan a abandonos irreparables. O sea, que nos exigen otro posicionamiento y una transformación permanente, que es muy positiva, pero ante una urgencia porque la mayoría son consultas de urgencia, ya sea con niños pequeños como con adolescentes. Y esto se ve a diario.

--¿Cómo se puede trabajar clínicamente con los padres que no asumen su responsabilidad como tales y hacen de sus hijos un "aborto emocional", como señala en el libro?

--En esos casos hay que encontrar la manera de convocarlos porque lo que yo digo en el libro también es que antes los padres ofrecían lo que nosotros llamamos un objeto transicional al hijo, un osito para jugar, para que se pueda separar más tranquilo porque tienen que acunar al bebé y ayudar al adolescente a separarse, sin que la separación sea un desgarro, un asesinato o un suicidio. Y yo creo que lo importante es acercarse a los padres con una actitud compasiva porque también son víctimas de este tipo de sociedad que los presiona hasta al límite, a lo inimaginable. Entonces, hay que acercarse con una actitud que no sea crítica, sino con una actitud compasiva ante este sufrimiento, a veces, padecido pero no sentido: "No, porque no me interesa". Pero detrás de ese "no me interesa", por más terrible que sea la actitud parental, en el fondo hay muchísimo dolor de un narcisismo herido, de tener que recurrir a otro adulto para el hijo. En general, observo que por más que aparezcan como figuras parentales abandonantes, odiosas, poco afectivas, en el fondo hay un dolor padecido, pero no sentido y muy profundo, y hay que acercarse con el cuidado que requiere acercarse a ese tipo de dolores. Como si uno estuviese teniendo que caminar en puntas de pie en un campo minado.
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