Las bases del proceso de “deshumanización” y sus efectos
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Las bases del proceso de “deshumanización” y sus efectos
 
Ver imagen Una "tormenta perfecta" sobre la salud mental

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Fecha:19/06/2025 8:26:00 
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La famosa frase lasciate ogni speranza voi chentrate nos remite a pensar en una situación crítica y alarmante en la actualidad: la salud mental. Aquella inscripción que Dante Alighieri introduce en la puerta del infierno de “La divina comedia” nos advierte que aquellos que entren en el infierno no tendrán escapatoria y deberán abandonar toda esperanza de salvación. Y podemos asegurar que no es un infierno encantador.

Sabemos (o quizá no todos) que existe una serie de problemas y amenazas que impactan profundamente sobre este campo --el de la salud mental-- y que afectan tanto a usuarios, pacientes, profesionales y servicios de salud.

Algunas de estas problemáticas son históricas, propias de nuestro terreno, pero hoy confluyen en una suerte de “tormenta perfecta”, y se combinan con formas de sufrimiento vinculadas a nuevos procesos de subjetivación y objetivación propios del neoliberalismo en el siglo XXI.


Los últimos años, incluso antes de la pandemia de covid 19, han sido marcados por transformaciones sociales, culturales, económicos y políticas que inciden directamente e indirectamente sobre la vida psíquica de las personas y modifican las bases de la construcción de la subjetividad.

Tomemos como punto de partida la noción de “riesgo cierto e inminente”, definida en la Ley Nacional de Salud Mental Nº 26657, para graficar la urgencia de intervenir sobre estos problemas que amenazan con desdibujar y fragmentar nuestro campo. A través de esta metáfora, proponemos pensar el riesgo no sólo en términos clínicos, sino también políticos, sociales y simbólicos. El peligro radica en la posible disolución del campo de la salud mental como un espacio integral, en favor de una división en disciplinas aisladas, funcionales a los paradigmas de medicalización de la vida y patologización del malestar, omitiendo los determinantes sociales de la salud.

Como decíamos, y para ilustrar la gravedad del contexto, es que evocamos el Canto III del Infierno de Dante, donde el autor y protagonista, guiado por Virgilio, encuentra en la entrada del infierno la famosa inscripción que mencionamos al comienzo y que en castellano se traduce como "abandonen toda esperanza quienes entran". Esta imagen condensa una condición existencial de los condenados, marcada por la imposibilidad para pensar en el futuro. Esta desesperanza, trasladada al presente, se hace visible en una época que despoja al sujeto de horizontes colectivos y lo encierra en un padecimiento individual sin anclajes comunitarios, sin la posibilidad de imaginar otro destino posible que la devastación.

Nos enmarcamos también en el aumento alarmante del riesgo de muerte en la población: durante los últimos 30 años se han triplicado las tasas se suicidio en jóvenes y adolescentes (Unicef, 2019). Este dato refleja una crisis subjetiva profunda que no puede desvincularse del contexto social, económico y político.

De este modo, nos preguntamos ¿cuáles son las bases de estos procesos de “deshumanización” que niega al otro en función de una mirada individualista? ¿A través de qué dispositivos se produce? ¿Qué fines persigue? ¿De qué manera irrumpe en el campo de la salud mental? ¿Cómo impacta en nuestras prácticas clínicas y teóricas?

Podríamos pensar el tema --que continuamos investigando-- en tres ejes. Por un lado lo que forma parte del conjunto “clima de época” (al cual también nombramos como el “conjunto de malestares actuales”: miedo, incertidumbre y desesperanza como elementos centrales de una subjetividad capturada por la crueldad y la exclusión) los procesos de subjetivación en el neoliberalismo del siglo XXI que conforman prácticas deshumanizantes, procesos de objetivación y cosificación y por último, pensar que la salud mental se encuentra en riesgo cierto e inminente. Así mismo, nos encontramos frente a desafíos actuales con la idea de preservar el campo de la salud mental como un espacio integral, comunitario, interdisciplinario y con perspectiva de derechos.

La salud mental en Argentina atraviesa una crisis profunda y multidimensional. Este colapso no responde a una única causa, sino que emerge de la confluencia de múltiples factores estructurales y simbólicos: la escasez de profesionales, en especial psiquiatras en los servicios públicos la falta de acceso a medicamentos esenciales la centralización de la atención en grandes centros urbanos que deja vastas regiones desatendidas los bajos salarios de trabajadores del sistema de salud la ausencia de abordajes intersectoriales e interdisciplinarios, entre muchos más.

A esta precarización del sistema se le suman las precariedades de la vida cotidiana. Las condiciones materiales de existencia --la pobreza, la informalidad laboral, la desprotección social-- impactan directamente en el bienestar psíquico de las personas. Frente a esta multiplicidad de crisis, cada gobierno elige qué aspectos abordar o no abordar y desde qué marcos teóricos lo hará. Las políticas de ajuste de este gobierno han producido que institutos como el del Cáncer, VIH y Hepatitis, así como también los hospitales nacionales (Bonaparte, Clínicas, Garrahan, etc) estén en una crisis sin precedentes.

Esta selectividad define qué vidas son dignas de ser vividas y cuáles quedan reducidas a la mera supervivencia.

La ultraderecha argentina exacerba esta situación. La caída del poder adquisitivo, los discursos que niegan los Derechos Humanos, la estigmatización de las diversidades y las políticas regresivas hacia personas con discapacidad o adultos mayores son expresiones concretas de un clima social autoritario y excluyente. A esto se suma una peligrosa tendencia a reinstaurar una mirada exclusivamente biomédica y fragmentada de la salud mental, que desconoce los avances logrados en términos de enfoques integrales, comunitarios y de derechos. Basta con ver la disolución de las Residencias interdisciplinarias en Salud mental (RISAM), el hospital Laura Bonaparte y los nuevos proyectos para desmantelar la carrera integral profesional, a favor de que los médicos tengan una carrera propia, mejor paga.

Los psicoanalistas sabemos que el padecimiento psíquico es inherente a la condición humana. A partir del malestar en la cultura de Freud se desecha todo ideal de bienestar total, incluso el de salud mental. En este sentido, no se trata de eliminar el malestar, ya que no es posible, sino de intervenir sobre el dolor evitable.

La reiteración constante de actos violentos genera un efecto de habituación que naturaliza un entorno marcado por la crueldad. Esta normalización contribuye a disminuir los umbrales de empatía social, condición fundamental para el avance de lógicas neoliberales. En este contexto, la violencia cotidiana ejercida desde los lugares de mayor poder promueve el aislamiento subjetivo de las personas a través de un proceso de insensibilización frente al dolor ajeno.

El desafío es cómo transformar esas “nudas vidas” --vidas cosificadas, objetalizadas, arrasadas-- en proyectos colectivos emancipatorios. ¿Cómo promover una vida deseante en contextos donde la subjetividad es mercantilizada, anestesiada o directamente negada? En un mundo que insiste en objetivar al sujeto, el deseo aparece como una vía ética de restitución de la dignidad: desear implica elegir, decidir, construir sentido con otros. La precariedad en lo simbólico, lo imaginario y lo real dificulta la posibilidad de vivir y desear, acrecentando el dolor evitable. Spinetta nos da una especie de respiro cuando canta “Viejo roble del camino, tus hojas siempre se agitan algo”, existe el deseo y es indestructible (luego, claro, habrá qué ver de qué deseo se trate).

Frente al avance de discursos que individualizan el sufrimiento, reafirmamos la necesidad de una mirada crítica, ética y política de la salud mental. Una que defienda su carácter de derecho humano fundamental y que se comprometa con la construcción de comunidad, esperanza y futuro. La única dignidad humana posible es la de poder pensar una vida acorde a un deseo singular, situado, pero nunca solitario, sino en comunidad y con otros.



Florencia González es psicoanalista. Colaboradora docente CSM 1. Miembro AASM.

Ramiro Gimeno es psicoanalista. Psicólogo en el hospital Alvear – Miembro AASM.
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