Un abrazo de pañuelos blancos: proyectaron el documental Identidad robada en la Casa de las Madres | |
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El martes por la tarde, la Casa de las Madres en la calle Hipólito Yrigoyen 1584 volvió a abrir sus puertas como lo hace desde hace décadas: con la fuerza intacta de la memoria. Allí, donde las paredes laten con historia, con rostros, con consignas y con amor revolucionario, se presentó por primera vez ante público y familia completa el documental Identidad robada, dirigido por Florencia Santucho.
La película narra la historia de su hermano, Daniel Santucho, quien recuperó su identidad tras haber sido apropiado durante la última dictadura cívico-militar. La función tuvo un valor simbólico único: fue la primera vez que Identidad robada se proyectó en presencia de Julio Santucho —histórico militante revolucionario y padre de Daniel—, de Miguel “El Tano” Santucho —hermano de Daniel e integrante de la Comisión de Abuelas de Plaza de Mayo—, del propio Daniel Santucho Navajas, protagonista del film, y de su directora, Florencia Santucho. Una misma sangre, una misma lucha, reunida en un mismo espacio.
Daniel nació en enero de 1977. Su madre, Cristina Silvia Navajas, había sido secuestrada el 13 de julio de 1976 en la ciudad de Buenos Aires. Estaba embarazada de dos meses. Durante mucho tiempo no se tuvo confirmación de su nacimiento, pero gracias al testimonio de sobrevivientes pudo reconstruirse que Cristina estuvo detenida en los centros clandestinos Automotores Orletti, Proto Banco y el Pozo de Banfield. Allí, en medio del horror, dio a luz a Daniel, quien fue separado de ella y apropiado. Su familia lo buscó durante décadas. Hasta que un día, la verdad salió a la luz y, con ella, esa identidad robada comenzó a recuperarse.
El secuestro de Cristina ocurrió en un departamento familiar de la avenida Warnes 735. En ese mismo operativo fueron secuestradas también su cuñada Manuela Santucho y la compañera de militancia Alicia D’Ambra, quien también estaba embarazada de un bebé que, hasta hoy, seguimos buscando. En el departamento quedaron los hijos de Cristina Camilo y Miguel y el hijo de Manuela, Diego.
Entrar a la Casa de las Madres es recibir un abrazo colectivo. Desde el techo del ingreso, miles de pañuelos blancos cuelgan como si flotaran, uno al lado del otro, cobijando a quienes entran. Cada uno lleva el nombre de un hijo o hija desaparecida. El camino hasta el auditorio es un recorrido por rostros de lucha: murales, cuadros, banderas, fotografías de las Madres en plena ronda, y la presencia viva de Hebe de Bonafini en gigantografías abrazada al pueblo. La escalera, de techos altos y pisos gastados por tantas marchas, conduce hacia un auditorio donde los rostros de los 30.000 desaparecidos cubren las paredes como si quisieran mirar, acompañar, sostener.
La proyección fue profundamente emotiva. Porque Identidad robada no es solo un documental: es una historia de amor, de búsqueda, de dolor y de reparación. La mirada de Florencia Santucho es tierna y militante a la vez. Narra con el corazón y con la certeza de que cada identidad recuperada es una victoria sobre el olvido. Desde el escenario, compartió con el público la emoción de presentar la película no solo con su familia, sino también con quienes, desde distintos puntos del país y del mundo, acompañaron el recorrido del film en cada proyección.
«Herramienta para sembrar verdades» Para Florencia, el documental es mucho más que una obra audiovisual: es una herramienta para sembrar nuevas verdades posibles. Habla desde la experiencia personal de haber crecido sabiendo quién era, pero también desde la conciencia de que su hermano vivió durante 46 años con una identidad que no le pertenecía. Que hoy puedan pararse juntos a contar esta historia la de Daniel, pero también la de tantos otros nietos y nietas es una forma de reparación, pero también de lucha.
Daniel, visiblemente conmovido, estuvo presente junto a quienes lo abrazaron durante años sin saber del todo quién era, pero sabiendo siempre a qué historia pertenecía. Desde el escenario, habló de la importancia de no rendirse, de continuar la lucha colectiva por la memoria, la verdad y la justicia. Porque solo así se puede reconstruir la historia y sanar las heridas: “Es un compromiso que nos involucra a todos, para que ninguna mentira ni olvido puedan imponerse sobre nuestra historia”.
Su hermano, Miguel “El Tano” Santucho, recordó que durante años la búsqueda fue un motor de vida. Contó que, cuando Daniel aún no sabía su origen, le había dicho que buscaba su verdad, y que con la verdad le alcanzaba. Hoy, Daniel no solo se reencontró con un padre y tres hermanos, sino también con una historia de amor que lo esperaba. Miguel también relató el momento en que, desde Roma, decidió regresar a Buenos Aires porque ese reencuentro —el que tanto había esperado— por fin iba a concretarse. Y celebró, con una alegría profunda, la existencia del libro Moeto 133: nieto 133, camino hacia la verdad, que narra la vida de Daniel y se convierte en un valioso aporte a la construcción de la memoria. “Es uno de los momentos más luminosos de nuestra vida. Lo esperé tanto que me cuesta creerlo. Mi primer pensamiento fue y va a ser para mi mamá y mi abuela, que siguen viviendo en mí”.
También habló Julio César Santucho, padre de Daniel, quien recordó una charla con Teresa Laborde Calvo, hija de Adriana Calvo. Tras escuchar su testimonio en el juicio conocido como «Brigadas”, compartieron una memoria que une historias. Teresa nació en abril de 1977 en un patrullero, mientras su madre era trasladada al Pozo de Banfield. Luego, ambas fueron llevadas al penal de Devoto, donde ocurrió una escena que ella jamás olvidó: cuando los guardias intentaron llevársela, un grupo de presas políticas —entre ellas Cristina Navajas y otras compañeras hoy desaparecidas— formaron una barrera humana para impedirlo. Décadas después, Teresa descubrió que una de esas mujeres era la madre de Daniel. Una vez más, la historia se cerraba en círculo, abrazada por la memoria.
Identidad robada también dialoga con la historia colectiva, con el trabajo incansable de las Abuelas de Plaza de Mayo, con los juicios por delitos de lesa humanidad, y con cada nieto o nieta que aún falta encontrar. Fue, en definitiva, una función atravesada por la memoria viva y el amor de una familia que nunca dejó de buscar.
En tiempos donde la memoria es atacada y los discursos negacionistas intentan relativizar lo que fue un plan sistemático de exterminio, actos como estos son imprescindibles. En la Casa de las Madres, donde todo habla, donde cada rincón respira militancia, la historia de Daniel Santucho Navajas encontró su lugar: entre pañuelos, miradas y abrazos que no olvidan. | |