Lo que todavía pasa a 10 años del primer Ni Una Menos
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Un femicidio cada 35 horas en el país
Lo que todavía pasa a 10 años del primer Ni Una Menos
 
Ver imagen En Argentina, el 40% de las mujeres que son asesinadas son víctimas de violencia de género

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Fecha:03/06/2025 8:11:00 
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“Actrices, políticas, artistas, empresarias, referentes sociales... mujeres, todas, bah... no vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO”. El tuit fue de la periodista Marcela Ojeda y fue el 11 de mayo de 2015. Fue una reacción, un llamado a la acción colectiva en plena conmoción por el femicidio de Chiara Páez en Rufino, Santa Fe.

Chiara tenía 14 años y estaba embarazada de dos meses. Su novio, Manuel Mansilla Gallegos, la golpeó, le cortó el cuello y la enterró en el patio de su casa. Cuando se supo lo que había pasado, una especie de escalofrío recorrió a la sociedad.

No es que nunca se hubiera escuchado sobre un femicidio en la Argentina: es que se apilaban sin que ninguna política pública encontrara maneras de desarticular una violencia que, en 8 de cada 10 casos, ocurre en el ámbito privado de una vivienda. A ese agotamiento se le sumó lo ominoso del crimen de Chiara, y al tuit de Ojeda le siguió la organización de una marcha para decir “NOS ESTÁN MATANDO” y también “BASTA” en la calle. Todo eso que había para decir se condensó en una consigna: “Ni Una Menos”.

Fue el 3 de junio de 2015, hace exactamente una década. Hubo movilizaciones en toda la Argentina y la de la Plaza de los Dos Congresos congregó a alrededor de 350.000 personas. Esa tarde, Verónica Camargo, la mamá de Chiara Páez fue una de las miles de mujeres que se hicieron ver y que exigieron medidas concretas contra la violencia de género que, en su manifestación más extrema, está detrás de los femicidios.

Diez años después
Esta vez, la marcha será el 4 y no el 3 de junio. Es para que la manifestación para exigir el fin de la violencia de género sume fuerzas con otros colectivos: los jubilados, las personas con discapacidad que reclaman que no se recorten aún más los pagos a sus prestadores de salud, esos prestadores de salud, y los trabajadores del Hospital Garrahan son algunos.

El décimo aniversario del movimiento Ni Una Menos llega con conquistas a lo largo de todos estos años. Aunque sigue ocurriendo sobre todo en escenarios privados, la violencia de género ganó espacio en el debate público. Muchas mujeres pudieron hablar de los abusos que habían sufrido: sexuales, económicos, psicológicos, físicos o todos esos juntos.

Muchas mujeres escucharon a esas que hablaron e identificaron algo de sus historias en esos relatos. Eso que parecía algo personal, un tema privado del que resultaba tan difícil hablar, sigue siendo doloroso pero es más colectivo -y, por lo tanto, menos solitario- que diez años atrás.

Pero la violencia, en todas sus formas, sigue ahí. Feroz y fatal. En 2024, según estadísticas de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, hubo 247 víctimas letales de violencia de género. Fueron 228 víctimas directas de femicidio y 19 víctimas de femicidio vinculado, que es el asesinato de alguien por su vínculo con la víctima directa. Entre ambos tipos de homicidio, cada 35 horas hay una víctima letal de violencia de género en la Argentina.

En la enorme mayoría de los casos (el 86%), el femicida y su víctima tenían un vínculo previo. Y entre los femicidas, más de la mitad son pareja o ex pareja de la víctima. Por todo eso, el asesinato de una mujer cuyo crimen está desencadenado por la violencia de género requiere abordajes especializados. Porque son crímenes que ocurren en el ámbito privado, en los que en la mayoría de los casos hay un vínculo previo y porque lo habitual es que se produzcan distintas manifestaciones de la violencia antes de la llegada a femicidio.

Que los homicidios en general bajen no implica linealmente que los femicidios bajen, porque son asesinatos con particularidades que escapan a los que se cometen en otros contextos. Por ejemplo, en medio de un robo. O un asesinato de un varón hacia una mujer que no está mediado por agresiones previas, abusos físicos o emocionales, violencia sexual o ensañamiento.

Es la Oficina de la Mujer de la Corte, y no el Ministerio de Seguridad, el organismo con acceso a la información sobre si un hombre mató a una mujer en el contexto de un femicidio o si ocurrió en un escenario diferente.

No es extraño ver que un femicida se suicida o intenta suicidarse tras cometer el crimen. Se trata de otra característica más frecuente en este tipo de homicidio que en otros: ocurre en más del 20% de los casos. Además, sólo en 2024 se determinó que no menos de 204 niñas, niños y adolescentes perdieron a quienes los tenía a su cargo en manos de un femicida. Esa estadística, menos visible, es otra de las tragedias que desencadena la violencia de género.

Según la Encuesta de Prevalencia realizada por Spotlight en 2023, una de cada dos mujeres sufrió violencia alguna vez en su vida por parte de su pareja actual o su ex. Por eso las referentes y organizaciones especializadas en temas de género ponen el foco en la importancia de las políticas de prevención y visibilización.

En ese contexto, la Línea 144, que presta asistencia a víctimas de violencia de género, perdió al 45% de su personal en el primer semestre de 2024. La imposibilidad de conseguir ayuda impacta directamente en la víctima, que queda más sola, más silenciada y menos acompañada.

En Argentina, cuatro de cada diez mujeres asesinadas son víctimas de una pareja o de un familiar. En el caso de los varones, sólo dos de cada cien resultan víctimas de su entorno más íntimo. La estadística, obtenida en 2023 por el Ministerio de Seguridad, da cuenta del impacto que tienen los femicidios sobre el total de los crímenes contra mujeres, y de cómo se trata de una forma de la violencia que explica casi la mitad de esos asesinatos, algo que resulta muy minoritario en el caso de los varones. Es por eso que se requieren políticas que se enfoquen directamente en este tipo de violencia.

Cada día, y según cifras de la Oficina de Violencia Doméstica del Poder Judicial elaboradas el año pasado, hay 12 niñas, niños y adolescentes afectados por escenarios de violencia de género. Son datos que se obtienen a través de las denuncias que se efectúan: en la Ciudad de Buenos Aires, hacia 2018, un 22% de las mujeres que sufrían violencia en su entorno más íntimo dijo haber buscado ayuda para 2023 esa tasa se elevaba al 30%. Se trata de una muestra de cómo la conversación pública, sin duda impulsada a partir del primer Ni Una Menos, ayudó cada vez a más mujeres a denunciar lo que estaban sufriendo.

Sólo contemplando la Ciudad de Buenos Aires, a través de las denuncias que recibe la OVD de la Corte, en la última década se recibieron, en promedio, veinte denuncias diarias sobre violencia de género. La gran mayoría de las denunciantes tienen entre 22 y 49 años, y casi el 90% denunció a su pareja o ex pareja. El tipo de violencia más frecuente, casi omnipresente, es la psicológica, seguida por la simbólica, la física, la económica y la sexual.

El informe Puntos de Vista de 2024 determinó que el 62% de la población argentina cree que la asistencia a mujeres que sufren violencia despliega un impacto positivo, y nada menos que el 79% prefiere un Estado que proteja ante la violencia.

El grito empezó hace una década y no se detuvo. Los femicidios no pararon. Tampoco va a parar la lucha colectiva, la conmoción ante cada víctima, la necesidad de salir a la calle de a muchas, de a miles. Juntas, para que ninguna se sienta sola.
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